INTRODUCCIÓN

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INTRODUCCIÓN
1. EFICACIA Y CALIDAD
2. CÓMO VER LA NORMA
3. NORMAS GENERALES 
4. LA DESCRIPCIÓN
5. LA ORACIÓN
6. ACENTO ORTOGRÁFICO
7. CÓMO ILUSTRAR
8. EJEMPLOS
ADVERTENCIAS

TÉRMINOS Y CONDICIONES
IR A ORATORIANETMOVIL 
 

 


Mucha gente solía retraerse de escribir cartas por temor a que sus errores las pusieran en ridículo. Pero se volcaron de repente a las cabinas públicas por la fascinación del correo electrónico para comunicarse con sus parientes y amigos. En poco tiempo todos estaban ejercitando los dedos como locos y adquiriendo una computadora para su hogar u oficina.

Nuevas y mayores facilidades tecnológicas, como las páginas web, blogs, redes sociales y equipos móviles exacerbaron el furor de la gente común por la comunicación. Grandes y chicos se vieron inmersos en un mar de letras y códigos de programación. ¡El tabú había sido derribado!

El conocimiento creció como un tsunami que nadie pudo controlar ni atravesar. Ahora todos tenían algo que decir o preguntar, algo que contar o responder, algo que leer y compartir con propios y extraños... ¡y a quién le importó cometer horrores ortográficos (algunos realmente espeluznantes)! Todos empezaron a escribir a raudales y sin vergüenza.

Internet llegó hasta los rincones más alejados del planeta atendiendo tamaña demanda de información. Había llegado el momento de romper todos los sellos del conocimiento y hacerlo disponible como si se tratara de un relámpago que se podía observar desde los cuatro puntos cardinales.

¿A cuántos idiomas se traducirían con el tiempo las páginas web? ¿Dejarían obsoletos los libros en papel? Si ahora los libros serían electrónicos -incluidos los audiolibros y videolibros-, y hasta las piezas de literatura más pequeñas podrían alcanzar protagonismo mediante un simple blog o la publicacion de videos, ¿cómo podría calcularse ahora cuáles serian los bestsellers o libros más distribuidos del mundo?

Tanto expertos como neófitos aceptaron el reto y descollaron de creatividad inventando nuevas formas de comunicarse, nuevas hipótesis, nuevas fórmulas, nuevos protocolos, nuevos paradigmas, nuevos equipos, códigos y jergas que ahorrarían tiempo y acortarían la distancia entre el bruto y el nonbruto.

Hasta la Real Academia Española vio en la modernidad tecnológica el recurso ideal para agilizar su comunicación con el mundo hispanohablante y actualizar de manera dinámica sus apreciaciones, lo cual fue justo y necesario. ¿Por qué?

Aparte de su amor por las letras, el mundo aprendía rápidamente a soslayar las normas y sugerencias para la correcta escritura reemplazándolas, a capricho del usuario, por un sistema más liberal (a menudo licencioso). 

Hoy no necesitas esperar la nueva edición en papel del Diccionario para buscar el significado de "emoji". La Academia te lo proporciona gratis en su página web con tan solo tocar la pantalla de tu teléfono con la punta de un dedo.

Pero, como es de esperar, al considerar como más eficaz, necesario y urgente el criterio liberal de redactar como a uno le dé la gana, no suele medir las consecuencias funestas de la falta de cohesión textual. 

En vez de ayudar a una correcta interpretación, comprensión y significado del texto, sacrifica la claridad (y ni qué decir el arte de exponer en público). Más que eso, hasta la Inteligencia Artificial entró en contubernio. Se ignoran los alcances de las consecuencias.

Por ejemplo, "por qué" en vez de "xq", "también" por "tmb" o "más" por "+", y con ello se dio lugar a nuevos símbolos y emojis que cobraron vida y comenzaron a usarse con significados muy variados.

Ahora uno podía escribir su firma al final de una carta simplemente como ":)" para significar "estoy alegre", "me siento bien", "síéntete bien", "sé feliz" o "sonríe", o simplemente "te deseo lo mejor". Ya no importaba si se escribía "estoi alegre", "me siento felis" o "estoi oka". Bastaba con teclear el emocticono :) y que el receptor lo entendiera como quisiera. Los emojis o iconos llegaron para quedarse, y listo, ¡para qué redactar! Pero...
¿Para qué aprender a redactar y escribir mejor?

Dicen que hay tres cosas básicas para comunicarse con los demás: aprender a escribir, aprender el significado de las palabras y aprender a decirlas adecuadamente. Y no pasemos por alto a los analfabetos, que entienden más que razonablemente bien lo que oyen.

Algunos no saben escribir ni tienen un profundo entendimiento de las palabras, tampoco de cómo se pronuncian exactamente, pero te asombrarías si te enteraras de que son analfabetos. He conocido de primera mano a varias de estas personas en el transcurso de mi vida y en cada ocasión quedé asombrado.

Lamentablemente, hablando de los que han aprendido esas tres cosas, en la medida en que los más jóvenes e inexpertos reemplazan las normas de escritura tradicionales por el código abierto hablado de la jerga y los grafitis cibernéticos, no calculan proactivamente el riesgo, trascendencia ni consecuencia que tendrían a largo plazo menospreciar el idioma ("¿A quién le importa lo que suceda dentro de quinientos millones de años?").

Pero a la sociedad actual no le conviene olvidar las razones vitales por las que es necesario que todos nos familiaricemos con los códigos tradicionales y nos comprometamos a respetar ciertas normas y/o sugerencias de escritura. Porque una redacción eficaz siempre será un reflejo de buenos modales en la comunicación escrita, y eso podría significar mucho al postular a un puesto en el mercado laboral.

Es cierto que a todos nos asiste el derecho de comunicar nuestras ideas como nos dé la gana, pero si nos vamos a los extremos de modo que nadie nos entienda, ¿de qué habrá servido transmitirles algo?

Hasta las pandillas lo reconocen. Diseñan claves, códigos, tatuajes y señas especialmente para que otras pandillas no descubran ni decifren sus mensajes si los interceptan, muchos de los cuales a veces se relacionan con planes de violar la ley. La policía invierte muchos recursos investigando dicho lenguaje.

No obstante, lo que pudiera parecer práctico para impedir que personas no autorizadas descubran nuestras comunicaciones, con el tiempo también podría convertirse en el principal obstáculo para nuestro progreso, objetivos y beneficios.

Por ejemplo, la encriptación de los mensajes, que llegó a ser algo muy conveniente para solapar información sensible, fue utilizada en 2017 por cierta red delictiva para secuestrar grandes cantidades de datos de una compañia multinacional y solicitar un rescate a fin de restaurarlos. Fue una pesadilla. Hoy esa pesadilla se ha vuelto recurrente, desatando una paranoia informática colectiva.

Si lo meditamos, escribir con tanta liberalidad podría aislarnos y distanciarnos debido a que no entenderíamos lo que otro dijera, y, tarde o temprano, terminaríamos en un hoyo intelectual. Nadie captaría los mensajes. Nos volveríamos analfabetos respecto a los demás grupos humanos. 

Ya no solo tendríamos que aprender inglés, francés o alemán para viajar, o aprender nuevas carreras, sino perder tiempo estudiando cada uno de los miles de millones de dialectos y jergas que se inventaran. ¡Una verdadera y espeluznante anarquía lingüística! Una Torre de Babel moderna. Claro ese sería el caso llevado al extremo. ¿Quién se beneficiaria esta vez del método conocido como "divide y vencerás"? Nadie. Sería una implosión.

Claro, no me estoy refiriendo a los pequeños ni grandes deslices que suele cometer el vulgo por carecer del tiempo, la paciencia, el dinero, el carácter y la suerte de estudiar y entender a la perfección las incontables, enmarañadas, impresionantes y nada magistrales explicaciones de quienes especialmente están llamados a ser modelos de claridad y pedagogía.

Al tiempo de teclear este asunto, o sea de intentar o probar diversos caminos y medios para dejarme entender, se reconocían alrededor de 7000 idiomas en el mundo. Y basta estudiar uno de ellos para volverse loco. ¡Imagina estudiar dos o tres! Por eso siempre me ha parecido que no exagero al llamar estrellas o campeones de la comunicación a los políglotas. Realmente los admiro por su arrojo. Aunque no dominen la motivación, las relaciones humanas, la oratoria ni ninguna de las artes lingüísticas, merecen un gran reconocimiento por su valentía.

De todos modos, si no existieran los diccionarios ni los expertos encargados de preservarlos, quedaríamos totalmente a oscuras, incomunicados. Se sabe de idiomas y dialectos que ni siquiera tienen un diccionario; sus hablantes lo aprenden todo por transmisión oral. Y no es extraño que también su comunicación con el mundo exterior sea casi nula.

Es verdad que a cada ser humano, pueblo y nación le asiste el derecho y la libertad de decir las cosas como quiera, no solamente bajo el amparo de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), sino del más elevado Principio de Efabilidad. En todo caso, a todos conviene defender cierto orden en la escritura a fin de mantener comunicados a los que pretenden hablar un mismo idioma.

Si nadie defendiera el idioma, la consecuencia sería anarquía, caos y finalmente autoeliminación. Tal vez no a corto plazo. Pero ya se nos está moviendo el piso de solo pensar en la probabilidad.

Por eso necesitamos sujetarnos de manera voluntaria a ciertas pautas que nos permitan entender lo que dicen los demás, y que se les permita a los demás entendernos, sin que por ello se nos tilde de perfeccionistas ni pedantes.

No es necesario conocer ni mucho menos dominar absolutamente todas las reglas decretadas por los que más saben, que se entretienen con su perspicacia. No obstante, merecen nuestro respeto relativo y bien merecido.

Por eso, este apartado contiene una consideración general de las normas y la interpretación del autor respecto a las mismas. Y tal como se lee en las etiquetas de ciertos envases: "Este blog contiene errores. No beber si sufre de perfeccionismo. En caso de náusea, vómito o verborrea, absténgase de escribir al autor".

Porque estas explicaciones no se adhieren estrictamente a la manera como las explican los manuales de ortografía tradicionales. Aquí pasamos por alto algunos detalles. Si queremos poner tilde a sólo, o a ó, se lo ponemos aunque a los más actualizados les provoque mandarnos un mail correctivo.

De todos modos, mantengo un sano respeto y agradecimiento por las muchas pautas que ofrecen los defensores del idioma español. Disculpa si por ahí me adormezco y machuco teclas sin querer, y, en vez de "Alegó 44 parece", debí escribir "Algo parecido".

Por ejemplo, para escribir la coma eficazmente tendrías que aprender a distinguir al sujeto del predicado y del verbo y ejercitarte hasta hacerlo más o menos bien por reflejo condicionado en cada caso específico. Pocas personas estarían dispuestas a metérselo en la cabeza. No me hago problemas. Escribo principalmente con formación en el instinto además de un poco de autodidactismo. Para mí es suficiente.

Por eso prevengo que este no es un manual de redacción, sino solo una ayuda que proveo como material de consulta respecto a algunos puntos básicos relacionados con la escritura de temas breves, a fin de que tu oratoria cobre un impulso adicional al que podrías conseguir por otro medio. 

Eres perfectanente capaz de alcanzar tu meta de escribir y hablar mejor, no perfectamente. Mantén esto presente: la perfección del habla no existe. No te traumes. Y si ya te traumaste con el idioma, simplemente relájate y destráumate.

Por ejemplo, si tienes dudas en cuanto a escribir "super" o "súper", te sugiero consultar con un diccionario académico. Tarea: Busca tanto "super" como "súper". ¿Tienen significados y usos diferentes?

La idea es ayudarte a mejorar tu manera de decirlo para que el contenido de tu oratoria no atente contra la forma, y que tu mensaje no termine metiéndose en el cuello de botella de solo unos pocos dotados con superinteligencia para entenderte.

Por ejemplo, ¿de qué te serviría que te dijera que "el site de msc tiene las clues del disc que te permiten un dive más up"? Tendrías que invertir algún tiempo para resolver el acertijo.

Algo parecido sucede con el lenguaje de computadoras. Hay códigos html, xml, css, Java, Javascript, Assembler, G, Bash, C, C++, Ython y muchos otros, cada cual con sus variantes y caprichos, uno más o menos eficiente que otro. Pero al final solo pueden escribirlos y leerlos los que los entienden.

¿Quieres que la gente se rompa la cabeza de aquí a diez años para poder entender lo que escribiste hoy? No, ¿verdad? Quieres que te entiendan a la primera y hagan lo que les sugieres. No tendría ningún sentido poner tropiezos a tus expresiones, a no ser que por alguna razón decidieras ocultarlas. ¿No sería mejor usar códigos universales y llegar a una mayor cantidad de personas con el menor índice de obstáculos en la conunicación?

Y lo más importante: Las personas bien instruidas pueden darse cuenta del grado de educación de un escritor por medio del contenido y su forma de redactar. No te convendría para nada que la gente se formara un concepto equivocado de lo que eres. Es cierto que no somos perfectos. Nadie habla ni escribe sin errores. Pero ¿no quisieras que la imagen que proyectas con tus escritos coincidiera y armonizara un poco más con la que proyectas en persona? No quisieras que digan: "¡Qué bien habla, pero qué mal escribe!, o ¡qué bien escribe, pero qué mal habla!".

Por ejemplo, los libros en papel incluyen a veces lo que se conoce como fe de erratas, una lista que suele imprimirse con posterioridad a la edición de un documento para mostrar y corregir errores involuntarios del editor. Aquí mismo, como en cualquier página web, uno puede encontrar errores (como, por ejemplo, "decifren [descifren]", "conunicación [comunicación]", "cada cuál [cada cual]", o una que otra coma criminal).

Lamentablemente, el trámite para corregir un error garrafal en una obra impresa, es decir, un error en la construcción de una oración, podría costar muy caro y resultar muy engorroso, y muy improbable si ya fue publicada y distribuida. Tendría que corregirse el documento mismo, no mediante una fe de erratas, que no se refiere a errores que distorsionan el sentido de un texto, sino a errores menores de mecanografía.

¡Por eso son tan convenientes los blogs o páginas web! Porque sin importar cuántos errores cometas en una redacción, puedes revisar y actualizar el documento en segundos y dejarlo expedito para su lectura.

Por tanto, no deberías considerar este material como un manual para la instrucción formal en ortografía, gramática o redacción general, porque no es mi propósito enseñarte a dominar el idioma ni a redactar cartas, memorandos, artículos periodísticos ni guiones cinematográficos.

Aquí solo hallarás una consideración básica de aspectos de valor práctico sobre redacción que suelo tener en cuenta para escribir mis artículos. Y lo  más importante: La lectura va condicionando poco a poco tu mente para corregir construcciones y estructuras erróneas o inconvenientes, cultivando una corrección por reflejo condicionado, o sea casi automáticamente.

¿Gramática? ¿Qué es eso? ¿Cómo se come?

Muchas personas abren los libros de gramática y ortografía en busca de respuestas solo para cerrarlos como si hubieran visto un fantasma. Al ver los gerundios, afijos, yuxtaposiciones, valores adverbiales, antecopretéritos y antefuturos, perífrasis, presentes de subjuntivo y objetos directo, indirecto y circunstancial, sujetos y predicados se sienten avergonzados y culpables de no entender nada, como si estuvieran obligados a entenderlo.

La finalidad del idioma es el entendimiento y la comunicación. Debería ser una cuestión amigable, asequible y nada intimidatoria, y su entendimiento, el fruto del estudio voluntario, no por obligación. ¡Y debería ser entretenido, no aburrido!

Por eso, siempre me ha parecido irónico que un neófito rara vez entienda las enseñanzas de los gramáticos. Se supone que estos deberían ser los más indicados para dejarse entender con facilidad por aquellos.

Nunca tomé un curso de redacción, gramática ni ortografía, fuera de lo poco que aprendí en la escuela… como todos. Lo que ahora entiendo sobre la lengua lo debo a mi apasionada vocación autodidacta. Recuerdo a mi madre, pobrecita, obligándome a memorizar la conjugación de los verbos, la tabla de multiplicar y los principales puntos geográficos del país y el mundo.

Sentía como si me forzaran a tragar una sopa horrible. Ella no lo hacía por martirizarme ni por educarme, sino porque le avergonzaba comparecer ante la monja para escuchar quejas de mi ineptitud en los cursos de Lenguaje, Matemáticas y Geografía. Finalmente, mi mente vomitó la sopa de letras, ¡y ni hablar!

¿Qué hay de ti? ¿Sabrías distinguir el pretérito pluscuamperfecto del modo indicativo del verbo “ser” del presente del subjuntivo? Lo sé. Igual que yo, necesitarías un diccionario o manual, además una inyección a la nalga de Motivol-extrafuerte.

¿Cuál es la lección de hoy? Que si yo he podido redactar razonablemente de una manera intuitiva, estoy seguro de que tú también podrás hacerlo con las sencillas técnicas que hallarás aquí, expuestas por una ex víctima del sistema.

Los diccionarios no te sirven principalmente para saber el significado de las palabras, sino para tener una idea de cómo entenderán tus oyentes o lectores las palabras que utilices. No todos entenderán lo mismo si dices "latente" o "patente".

Por eso, si supones que estos artículos han sido revisados o corregidos en algún momento por una secretaria profesional o experto en redacción, te equivocas. Todo lo redacto personalmente basándome en gran parte en una corrección instintiva. ¿Cómo es eso? ¿Cuál es mi secreto? De eso trata esta sección de Oratorianetmóvil.

Permíteme compartir contigo lo poco que he podido entender acerca de lo mucho que hay que decir de nuestra maravillosa lengua española, reservándome lo que a mi juicio no entenderías ni a golpes. Solo tienes que concentrarte un poquito, ponerle empeño y darme la oportunidad de explicártelo a mi manera.

Te animo a ver este material, no como un tratado sobre el idioma, sino como la asistencia de un amigo. Son conocimientos básicos pero prácticos. Muy útiles para el insomnio. Te ayudarán a redactar personalmente tus propios temas breves. Y si con ello logro despertar en ti el deseo de profundizar, ¡excelente! Podrás entender mejor cualquier manual de redacción general que decidas estudiar en el futuro. ¡Hasta, quién sabe, me podrías enviar sugerencias para corregir un poco más mi redacción!

Lógicamente, como dijo una vez Tony Buzan, cuanto más logres entender cómo se usa la palabra escrita, más capacidad y competencia tendrás para enfrentar la vida. Y cuanta mayor capacidad adquieras para enfrentar la vida, tanto más me regocijaré de haber despertado en ti el interés por conocer un poco más la lengua que hablamos.

Quiero que nunca más te sientas mal por no entender algo. En Guía Para Escribir me he esforzado al máximo por explicarte estos asuntos de una manera simple, mnemotécnica y entretenida, la única forma como finalmente yo mismo pude entenderlos.

Por decirlo así, escribir eficazmente es la oratoria del siguiente nivel. Porque aunque aprender a hablar en público es elemental, escribir eficazmente es el sello de garantía de que realmente entiendes cómo funciona tu palabra.

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